Hay un obstáculo muy común para lograr la victoria, es la confesión de nuestras flaquezas. Las personas tienden a confesar las derrotas, esperando así recibir por parte de otros un sentimiento de misericordia. Les gusta mucho oír: “pobrecita…”, “hay que ver como sufre fulanito…”, y cosas así. La verdad es que la confesión de derrotas solo trae derrotas. Naturalmente, amigo lector, usted ya experimento el quejarse por algún dolor ¿no es así? ¿Y qué sucedió enseguida? ¿El dolor paso? ¡No, claro que no! Sino que por el contrario aumento más, ¿no es verdad? El hecho está en que el secreto de la victoria es nuestra confesión de la misma.
Si confesamos nuestras derrotas no estamos nada más y nada menos que alabando las obras de satanas que es el que causa los sufrimientos humanos. Nosotros estaremos diciendo que el realmente tiene el poder y que consigue derrotarnos y que hay que temerle, porque es fuerte. ¡Nada de eso! La Biblia afirma que somos más que vencedores, entonces, no podemos aceptar las derrotas y quedarnos asustados en un rincón como el gato hace con el ratón.
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